· Desde
la Edad Media, este santo, que en su martirio fue tirado a una cloaca, se
especializó en proteger a las poblaciones
En Sevilla apenas queda ya
rastro devocional del culto exitoso que se le rindió a San Sebastián en el pasado. Desde la Edad Media, este santo, que en el
padecimiento de su brutal martirio fue tirado a una cloaca, se especializó en
proteger milagrosamente a las poblaciones, por las que intermediaba librándolas
de los mortíferos efectos de las epidemias
de peste.
Es así como se hizo popular en toda Europa. Desde el último tercio del siglo
XV, se prodigaron «Las pestes» en demasía, registrándose no pocas durante el transcurso
del XVI y buena parte del XVII. Una urbe tan populosa como Sevilla, padeció sus
estragos debido al importante tráfico comercial y humano que albergó, muy
principalmente a partir del Descubrimiento
de América,
e intensificación del comercio con Flandes. Las grandes pestilencias
coincidieron históricamente con agudas crisis existenciales, por lo que los
pobladores de la principal metrópolis del mundo, ampliamente atendidos
espiritual y pastoralmente por miles de clérigos e infinidad de iglesias, ermitas,
hospitales y conventos, entendieron que el cataclismo provenía como
consecuencia de sus pecados. Era un castigo de Dios.
«Desde el año 1502 –escribió el
cronista don Andrés Bernáldez– comenzaron a haber muchas hambres e muchas
enfermedades de modorra e pestilencia, hasta este de 1507 que comenzó en el mes
de enero (…/..). Murieron mucha gente. En este lugar donde yo estuve, escapamos
yo y el sacristán heridos y sangrados cada dos veces, y finaronse cuatro mozos
que andaban en la Iglesia, que no escapó ninguno. E de quinientas personas que
había en mi parroquia de este lugar (Los Palacios), se finaron ciento y sesenta,
entre chicos y grandes. Todas las mujeres que criaban e daban leche escaparon,
y si moría una era entre ciento».
Muchos cadáveres
de los apestados se sepultaban en las inmediaciones de la ermita de San
Sebastián, un pequeño templo bajo-medieval (origen de la actual parroquial del
mismo título ubicada en el Porvenir), cuya
existencia se remonta a mediados del siglo XIV. Perteneció al gremio de los
genoveses y en su seno nació una hermandad dedicada a esta particular
advocación. Finalmente, el ermitorio terminó siendo cedido al cabildo de la
catedral en 1505, cuya entidad ha gobernado su uso prácticamente hasta la
segundad mitad del pasado siglo XX. Curiosamente, en la documentación
eclesiástica figura denominada como «Casa del Bienaventurado Martir
San Sebastian del Campo».
Una clara muestra de la estrecha
vinculación del santo con la religiosidad popular sevillana son los cuantiosos
rituales de aflicción que se celebraron. La Iglesia colmaba de gracias a quien
visitara aquella iglesia tan alejada. Estaba fuera de las murallas, en el ancho
prado que hoy conocemos con el nombre de San Sebastián. El Papa León X concedió indulgencias, en
1517, a quienes asistieran a ella en la festividad propia del santo, el 20 de
enero, y se quedasen a escuchar misa. Cuando se produjo la epidemia de peste
del año 1576, el Ayuntamiento y
el Cabildo catedralicio acordaron celebrar una función solemne todos los años en honor de San
Sebastián, el mismo día litúrgico suyo, con procesión de ambos cuerpos
corporativos, desde la catedral hasta la ermita y el posterior regreso a la Seo
Metropolitana. Este ceremonial se organizó durante varios siglos anualmente,
hasta que se hizo la última vez en 1869. Si no llovía, la asistencia a la
procesión era muy elevada. El propio Miguel de Cervantes comenta de Isabela,
protagonista de su novela «La española Inglesa», que ella «jamás visitó el
río, ni pasó a Triana, ni vio el común regocijo en el campo de Tablada y
puerta de Xerez, e día, si le hace claro, de San Sebastián, celebrado de tanta
gente que apenas se puede reducir a número».
Mártir y protector
San Sebastián en la provincia
Enlace ABC.21 de Enero 2018.
El Abad Gordillo recoge en su libro, «Religiosas estaciones», que el pueblo sevillano acudía
a la ermita en masa, en la primera mitad del siglo XVII, con el propósito de
implorar la intercesión de su titular, especialmente cuando «hay peste». Había
hasta tres imágenes
distintas de
San Sebastián y una de San
Roque,
tallada por el escultor Gaspar del Águila hacia 1578. Pero intramuros de la
ciudad, San Sebastián cosechó igualmente un seguimiento piadoso relevante.
Según el Abad Gordillo, contaba con «muchos altares y capillas dentro de la
ciudad, dedicados a su nombre y devoción que celebran en ellas muchas memorias
y misas». Además, existieron otras tantas cofradías con el mismo título
devocional. Pueden servirnos los ejemplos de dos corporaciones. La del hospital
de San Sebastián que hubo en el siglo XV en la calle de San Vicente (luego nombrado de San Pedro y
San Pablo, sobre cuyos terrenos se levantó el convento de San Antonio). Y
recoger también otra fundada en el hospital de los Toneleros, en la Carretería, donde acudía mucha «gente de
la mar pobres y sin capas», en la que existió la de «Los Remedios y San Sebastián» (esta se fusionó con la
hermandad de la Virgen de la Luz que pasó a la parroquia de San Miguel al
extinguirse este hospital a finales del siglo XVI).
Mártir y protector
San Sebastián fue un soldado
romano, que vivió en el siglo III, y fue martirizado por no renunciar a la fe
cristiana. Sobrevivió al primer martirio, en el que fue asaetado con flechas
sobre su cuerpo desnudo. Volvió a retar al emperador de Roma, quien
decretó que fuese apaleado. Tras ser arrojado a un husillo, se apareció en
sueños a Santa Lucía para señalar dónde se hallaba su cuerpo. Es el defensor
contra la peste más prestigioso que hubo en la Edad Media. Al significarse por
ayudar a los cristianos, el Papa
Cayo lo nombró «Defensor de la Iglesia».
Iconográficamente, se ha concebido con rostro y cuerpo joven, casi desnudo,
atado a un árbol, traspasado por las flechas punzantes.
Según
el profesor Sánchez Herrero, en el siglo XVI existieron en muchos pueblos del
antiguo Reino de Sevilla ermitas y hospitales consagrados a San Sebastián, en
donde curiosamente radicaron también cofradías de Vera Cruz,
como sucedió en Utrera,
Dos Hermanas o Villafranca de la Marisma. El trajín del río y la
Carrera de Indias incidió notablemente en la propagación vertiginosa de los
contagios de pestilencias. Aquel fenómeno calamitoso suscitó una angustiosa
temeridad y los ayuntamientos de innumerables localidades proclamaron patrón a
San Sebastián en los primeros años de «La Peste», mucho antes de la que se
propagó y extendió en 1649 y 1650.
Es
patrón, entre otros municipios, de Puebla del Río, Marchena, Lora del Río,
Fuentes de Andalucía, Camas, Tomares, Los Molares, Villafranca de la Marisma
(actual Los Palacios y Villafranca), Brenes Villaverde del Río y Cantillana. En los pueblos de la provincia de Cádiz actúa como patrón de Trebujena y Puerto Real. Curiosamente,
casi todas las localidades ribereñas orilladas al Guadalquivir lo proclamaron
intercesor. Ocurre así también en los casos de Sanlúcar de Barrameda y el
Puerto de Santa María.
JULIO MAYO. HISTORIA. ABC de
Sevilla,
21 de enero de 2018
( Texto e imágenes cedidas por su autor para Sanlúcarcontemporanea@blogspot.com
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