Aquella calorosa mañana
del 20 de Agosto de 1930, toda la corporación ataviada con sus mejores trajes y
sombreros de copa, caminaban agotados subiendo la Cuesta de Belén. A pesar de
la hora, algunos refunfuñaban por lo inapropiado del atuendo en esas fechas,
sin embargo la ocasión lo requería ya que se conmemoraba el centenario del
escritor más importante de la ciudad, Don Dámaso Luis Martínez Eguilaz,
más conocido en el mundo de las letras por Luis de Eguilaz[1].
En ese año convulso de
1930, cuando la ciudad sufría un largo conflicto entre los obreros de las viñas
y los dueños de las fincas, el consistorio había acordado conmemorar el centenario de su nacimiento de
tan ilustre vecino colocando una placa en su casa natal.
Luis de Eguilaz había
nacido en Sanlúcar en 1830, destacando muy pronto como dramaturgo cuando estrenó
con apenas 14 años en Jerez su obra Por
dinero baila el perro. Después de
ese primer sainete, le siguió en Madrid la representación de la obra que lo
encumbraría como uno de los grandes dramaturgos de su tiempo Verdades amargas. Su teatro costumbrista
muy del gusto romántico de la época, le llevó a crear dramas históricos como Las querellas del rey Sabio ( 1858) o la
biográfica sobre Tirso de Molina Una
broma de Quevedo sin olvidar los dramas moralizantes como La cruz del matrimonio. Pero sin duda
para el público actual su novela histórica La
espada de San Fernando nos descubre a un autor de la talla del romántico Walter
Scott. Su reconocimiento en vida, le llevó a
ejercer la dirección del Archivo Histórico nacional de Madrid hasta su
fallecimiento en 1874.
Ese 20 de Agosto, la
antigua calle de la iglesia mayor[2],
que desde la muerte del escritor había recibido el nombre de este, acogía a una abundante muchedumbre
donde no faltaban curiosos de las calles aledañas desconocedores del motivo de
tal algarada que había llevado a la guardia municipal a presentarse en los aledaños
de la Calle Escuelas. Alrededor del medio día, apareció la corporación municipal
presidida por Ramón Soto Díaz desde
Abril de ese año y encabezada por los maceros del Ayuntamiento. El sencillo
acto contó con un breve discurso del edil para a continuación descubrir la placa
rodeada de guirnaldas que dejaba testimonio del orgullo de la ciudad por tener
como oriundo a uno de los grandes literatos del pasado siglo. Terminado el acto,
la comitiva se encaminó formando una
procesión cívica por la propia calle, ante la mirada de niños y mujeres que no
entendían el motivo de colocar una
lápida mortuoria en la fachada de aquella casona.
Actualmente, el nombre
de Luis de Eguilaz es abanderado por una insigne asociación cultural que cuenta
entre sus fines llevar la afición a la lectura a todos los habitantes de la
ciudad. Esperemos que dentro de algo más de una década, Sanlúcar vuelva a conmemorar
el segundo centenario de uno de sus más grandes escritores reeditando algunas
de sus obras.
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