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El cabildo de Sanlúcar en el S XVI. |
Durante los S.XVI
y XVII las ciudades del sur de la península Ibérica
sufrieron esporádicos brotes de “peste” que
provocaron una alta mortandad en
la población. Así, Sanlúcar de Barrameda, como ciudad costera, padeció desde
mediados del S.XVI continuas afecciones que azotaron al vecindario durante casi
200 años. Para evitar el contagio, el Cabildo local prohibía la entrada en el puerto a cualquier navío sospechoso así
como la entrada de foráneos. Además y como último recurso, se recurría a la intervención divina de los
santos como San Jacinto confesor, San Sebastián, San Miguel Arcángel, San
Alberto y San Francisco de Paula, todos estos nombrados en el S.XVII patronos de
la ciudad.
De uno de estos, San
Sebastián, en los últimos años se ha
recuperado la costumbre de organizar una procesión en el día de su
onomástica el 20 de Enero. Sin embargo, como ocurrió con el devenir de los
siglos, la falta de una justificación de peso, así como la poca devoción hacia
el mártir, ha dejado su culto en algo casi testimonial. Hoy en día muchas
personas ignoran que durante casi 300
años fue una festividad celebrada con
una peregrinación a su ermita y costeada por el propio cabildo al
tratarse de un copatrón de la ciudad.
¿Cuál
fue el origen del patronazgo de San Sebastián en Sanlúcar?
Según Velázquez
Gaztelu, desde 1507 aparecían
menciones a la existencia de una ermita dedicada a San Sebastián a las afueras
de la ciudad entre los caminos de Jerez y El Puerto de Santa María. EL propio
historiador aclara que la devoción al santo fue establecida por el III duque de
Medina Sidonia don Juan de Guzmán, que al ver como la epidemia azotaba Sevilla
decidió encomendarse a San Sebastián. Sin embargo, parece que no le sirvió de
mucho, ya que fallecería ese mismo año como consecuencia de la enfermedad.
Desde entonces, parece que la zona de la ermita fue conocida como prado de San
Sebastián.
De esta manera, durante
la epidemia de peste que azotó Sanlúcar entre 1569 y 1572, se menciona en las
actas como los enfermos eran aislados de la ciudad alojándolos en la ermita del
santo que se convertiría en un lazareto. Dicha epidemia quedaría descrita por
el comendador Jerónimo Sánchez de Carranza en su famoso tratado de esgrima escrito en
esos años en Sanlúcar:
Otros heridos del mal
llegavan solos a la yglesia y rescibian los sacramentos y se yvan por su pie a
morir, huyendo dellos q[ue] los encontraban ( gran lastima de ver) como fiera
raviosa, y aun les cerraban las puertas de las casas, por las calles passavan,
otros andavan de ver esto temblando por el lugar[…]Vierades
un hospital q[ue] se hizo, para recoger
los enfermos, por una parte salir heridos cayendo fácilmente en el suelo […]
Dicho hospital según se menciona en las actas capitulares, estaría
junto a la ermita y para su construcción se utilizó las maderas de las
viviendas cercanas. De esta forma según se registra en las actas, varios
vecinos pidieron al Ayuntamiento que abonara el coste de los materiales
sustraídos.
Así terminado este brote de peste, el
cabildo decidió delimitar la ermita con mojones para que no fuera ocupada
ilegalmente y perteneciera a la ciudad.
En el siguiente brote pestilente de 1581, que según las autoridades
municipales provenía de Portugal, se
decidió cerrar las calles cercanas a la mancebía con empalizadas de madera para evitar que
aquellos infectados propagaran el contagio.
En estos años parece que el contagio fue
más controlado, ya que no se menciona la utilización de la ermita como
lazareto. Sin embargo, si se prohibió a los panaderos locales amasar cualquier
trigo que viniera de fuera por la creencia que este era el responsable de la
propagación de la enfermedad.
La siguiente epidemia pestilente
tendría lugar en 1605, siete años antes el VII duque Don Alonso Pérez de
Guzmán, había instado al cabildo para que nombrara patrón de la ciudad a San
Jacinto confesor. Dicho santo, perteneciente a la orden guzmana de Santo Domingo, había sido canonizado en 1594, por
lo que el VII duque aprovechó su vinculación familiar con la orden de
predicadores para designarlo como patrón de la villa en 1597.
Sin embargo, durante la epidemia de principios del S. XVII, la mediación del
santo no debió de ser muy efectiva a pesar de haber organizado una procesión
desde el convento dominico, tradición que se mantuvo hasta los inicios del
S.XVIII cuando dejó de practicarse.
De esta forma, en 1612,
la ciudad decidió encomendarse al
tradicional San Sebastián organizando
una procesión desde la Iglesia mayor hasta su ermita
.Así en 1624, ya durante el gobierno del VIII duque Don Manuel Alonso Pérez de
Guzmán y Silva, la ciudad decidió nombrar al mártir Sebastián patrón de la
ciudad y defensor contra la peste. Como consecuencia de una nueva epidemia el
culto al santo se rehabilitó durante la peste de 1647-1650, reedificando su
ermita. Sin embargo como la gravedad de la epidemia hacía necesario toda la
ayuda divina, la corona mandó una carta para que se buscara la mediación de la
enfermedad del Arcángel San Miguel
por lo que el Ayuntamiento decidió en
1646 otorgarle el título de patrón celebrando una fiesta en su ermita.
Pero sin duda, la
finalización de la epidemia en 1651 tuvo como principal protagonismo al mártir
San Sebastián. Como agradecimiento por
el final del brote, el cabildo organizó una corrida de toros el 20 de
Enero de 1651 en la plaza alta de la
villa. Dichos festejos serían recogidos en un poema dedicado al Santo por
Francisco de Eraso y Arteaga
donde describió la lidia efectuada a caballo por los principales personajes de
la ciudad, lo que es un autentico testimonio literario sobre las celebraciones de la
Sanlúcar del S. XVII:
Esta
ciudad esta pues
reconocida
festexa,
peligros
que siendo muchos
en
tanta Bonança quedan.
Y
en el día de aquel santo
que
cubren nerbadas flechas,
porque
por bocas distintas
quiere
que su fe se bea.
Aquel
Sevastián glorioso,
San
Telmo de esta tormenta,
a
quien peligrando todos
le
buscan quando le encuentran.[…]
Toros
y cañas elixen
con
que dieron clara muestra
que
los peligros no escusan
aun
en el goso que espera.
Botaron
diestros caudillos
que
cuydadosos yntentan
que
aunque fenesca su gozo
que
su fama no fenesca.
Estos
conbidan aquellos
que
conosen que a la fiesta
pueden
darle más realse
por
su gala y su destresa.[…]
De esta manera aunque en la actualidad la
festividad de San Sebastián ha quedado relegada a un protagonismo testimonial,
el necesario conocimiento de la historia local otorga un especial protagonismo
a la relación de la religiosidad popular y la cultura. Del culto a San
Sebastián en Sanlúcar conservamos importantes muestras artísticas, tales como
el magnífico lienzo que preside la capilla homónima en la Iglesia mayor obra firmada por Vasco de Pereira,
o varías esculturas documentadas por Antonio Manuel Romero Dorado sobre
el Santo que datarían de los S. XVI y
XVII en la Parroquia de los Ángeles. También podemos hacernos una idea de
cómo era su ermita ya que aparece representada en el grabado sobre el Jardín
botánico de Sanlúcar publicado en el
libro de 1807 Ensayo para las variedades
de la vid de Rojas Clemente.
En consecuencia, conocer nuestro pasado nos
hace entender mejor el origen de nuestras tradiciones tales como la
fiesta del día de San Sebastián, patrón olvidado de Sanlúcar.
José Mª Hermoso.
VELAZQUEZ-GAZTELU,
Juan Pedro. Historia antigua y moderna de la muy noble ciudad de Sanlúcar de
Barrameda. Volumen II. A.S.E.H.A. Sanlúcar de Barrameda. 1994. Pág
101.