Sin embargo, el medio rural suele albergar culturas locales endémicas que combinan patrimonio etnológico, arquitectónico y natural. Culturas que nos hablan de la relación entre el hombre y el medio natural, transmitidas de generación en generación y en muchas ocasiones olvidadas por la nuestra.
Como ejemplo gráfico tenemos el de los navazos, un sistema de cultivo tradicional y casi exclusivo de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), que consiste en huertas en forma de cubeta que permite el riego autónomo (por ascenso capilar) con agua del subsuelo. Tiene su fundamento físico inverso al empleado en el “enarenado” de Almería y su práctica se generalizó en la comarca gaditana durante el siglo XVIII.
El sistema apunta a ser de origen árabe, presentando diversas características que se describen en el paisaje rural del mundo andalusí: asentamientos con una organización económica primordialmente agrícola, generalización de la horticultura de regadío. Policultivos demandantes de trabajo continuado, la no dependencia de señores de rentas y sistemas de gavias interconectadas son otras de las características diferenciadoras que apuntan al origen andalusí (Antonio Malpica, 1995)
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