El caso del convento de las Descalzas
de Sanlúcar debe enseñarnos a actuar en el futuro. Todos los conventos de
Sanlúcar están amenazados. Abramos los ojos. Deberíamos saber que Capuchinos,
Regina y Madre de Dios irán pasando por la misma situación en los próximos
años.
El inicio de la declaración de las
Descalzas como Bien de Interés Cultural fue un acto de buen gobierno, pero se
ha revelado insuficiente. Es vox populi la sospecha de que los bienes muebles
del convento están saliendo del edificio. Pero no existe un inventario que nos
permita reclamar nada. ¡Qué sociedad tan ingenua e inmadura! Nos conformaremos
con la crispación, con los cuchicheos y con el exhibicionismo de las redes
sociales. Es fácil jugar a ser un séneca en Internet. Quizá yo también lo esté
haciendo con esto.
Lo cierto es que hay que tomar medidas cautelares. La protección legal “in extremis” de un convento sin la inmediata realización de un inventario de los objetos que contiene el edificio solo sirve para preservar el cascarón, no el conjunto.
Subrayo que esto no es una crítica destructiva a las Autoridades Civiles ni a la Iglesia. Quien lo tome así, que madure. La vida no está rodada en blanco y negro. Tampoco hay victimismo en esta opinión, sino sentido crítico y ciudadano. Por el contrario, esto es una llamada de atención; no es un reproche. Como nos pasa a todas las personas, las autoridades pueden ser competentes o incompetentes según el caso que se analice. Nadie es perfecto.
Asimismo, es perfectamente inútil el secretismo, derivado del paternalismo de querer proteger a las religiosas. Ellas no son responsables de esto y no hay más que hablar. Esto es un desafío ciudadano global. Promovamos la declaración como Bienes de Interés Cultural de los conventos moribundos que nos quedan en Sanlúcar; o sea, de todos: Capuchinos, Regina y Madre de Dios. ¿Me olvido de alguno?
Cuando estén muertos y mutilados,
será imposible resucitarlos y nos lamentaremos otra vez. Entonces, volverán el
hastío, la desesperanza, el desapego y la distancia.
Antonio M. Romero Dorado
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